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Triste Navidad

Triste Navidad:
Como crítico de televisión, si en verdad soy o he sido en algún momento semejante desperdicio humano, tengo que confesarle que la Navidad es una pesadilla. La peor época del año con mucha diferencia. Un auténtico valle de lágrimas. Te vas haciendo mayor y ves, impotente, cómo pasan las temporadas y se repiten las miserias. Nada cambia, excepto si es para peor. Y es que en estos días tan señalados queda más claro que nunca que la televisión es repetición y redundancia, ausencia de imaginación y talento, mediocridad y conservadurismo. Un puñetero asco.

Comenzando por el mensaje de Navidad del rey, una pantomima que viene durando casi cuatro décadas, y que en unas circunstancias tan dramáticas como las actuales ofreció poco más que cambios en la decoración y en la postura del monologuista. Y terminando por el especial Nochebuena de TVE, la televisión pública, con unos Miguel Bosé y Alejandro Sánz que, como hicieron hace poco los toreros para que se pudieran retransmitir corridas, cedieron generosamente sus derechos de imagen para que todos los españoles podamos gozar una vez más de su grandioso arte musical. Añádale a estos dos extremos un maratón de Los Simpson (Antena 3), versiones navideñas de los habituales concursos (“La ruleta de la suerte”, “Ahora caigo”…) y una selección de películas navideñas realizada por alguien sin imaginación alguna (“Santa Claus 3”, “Vaya Santa Claus”…). Poca cosa, la verdad.
En Nochebuena, en Navidad, se hace televisión para las masas. Como en el resto del año, por otro lado… Pero no olvidemos que las minorías también pagan impuestos, y en algunos casos incluso tienen televisión. Y criterio. Unas minorías que deben soportar, año tras año, Navidad tras Navidad, cómo la televisión que financian emite sonrojantes playbacks de Raphael, Malú, Hombres G, Bimba Bosé…E incluso se atreven a extraer del baúl de los trastos viejos el guiñapo de Doña Rogelia, aquella triste representante de la España de los 70 y los 80.