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Un repaso a la filmografía de José Luis Borau

“Uno hace el cine, como hace el amor. Como puede”. Ésta es una de las célebres frases del director, escritor,guionista y crítico aragonés José Luis Borau, que acaba de fallecer a la edad de 83 años tras padecer durante años un cáncer de garganta, que lo ha ido apagando poco a poco. Una frase que dice mucho sobre su idea del cine: ética y estética dadas de la mano. Director de la Academia de Cine entre 1994 y 1999 y miembro de la Real Academia de la Lengua, ocupando el sillón b desde 2008, nunca renunció al compromiso en su cine y en su conducta: célebre es el momento en que salió con las manos pintadas de blanco en la gala de los Goya de 1998, en protesta por el asesinato de un concejal sevillano y su mujer por parte de ETA.

Pero esto no implica un cine políticamente correcto ni cristalino: su filmografía está construida a base de hachazos al ojo, explicitando los traumas que cohesionaban la sociedad española a causa del franquismo y su herencia de represión y ausencia de libertad. Estudió en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid en los años sesenta, presentando el cortometraje El río como proyecto de fin de carrera, y pronto fue considerado como uno de los directores más prometedores de la generación denominada nuevo cine español, que ofrecía una visión alejada del casticismo y los estereotipos españoles y con una incidencia en el psicologismo y el inconsciente. En Extracine hemos querido realizar un recorrido a su carrera cinematográfica de este maestro del cine español, al que José Luis Cuerda ha denominado así en un tweet publicado tras conocerse su fallecimiento:
Borau ha sido un maestro apasionado y tenaz del que todos aprendimos mirada y expresión ajustada. Un gran ejemplo del mejor cine español

Brandy (1963)

Antes de lanzarse al cine de autor más comprometido, Borau se lanzó a la realización de un spaguetti-western, un género que por entonces triunfaba por toda Europa y EEUU. Su cámara se sumerge en un pequeño pueblo de Arizona, oprimido bajo el patriarcado de un ganadero poderoso y con un sheriff incompetente, que comienza su rebelión cuando la dueña de una granja decide contratar a un antiguo pistolero para liberar al poblado.

Crimen de doble filo (1965)

Y siguió con el cine de género en los años sesenta, en este caso abordando una revisión del cine negro en Crimen de doble filo. El argumento se centra en un pianista, interpretado por Carlos Estrada, que descubre un crimen y se calla por temor a las represalias.

Hay que matar a B. (1974)

Se trata del primer film sobre el que dispone un control absoluto a través de su productora El imán, que fundó en 1974. De ahí que fuese capaz de levantar un thriller político crítico, ubicado en un país sudamericano imaginario, promoviendo así la ambigüedad como medio de superar la censura. Unos conspiradores desean asesinar a un exiliado, pues la población reclama su regreso, y contratan a un camionero para ejecutar el crimen.

Furtivos (1975)

Furtivos es la obra mejor valorada por la crítica de la filmografía de José Luis Borau, hasta el punto de alzarse con laConcha de Oro en el Festival de San Sebastián. Y es, además, un cine visceral, oscuro, enraízado en las profundidades de la psique, explicitando el trauma colectivo al que había sometido el franquismo a la sociedad. Para ello, recoge la tradición española del tremendismo, que puede observarse en una de sus cimas en la novela La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, y que consiste en explicitar la violencia y la perversión de los personajes: visualmente, esto se materializó en la célebre escena de asesinato de un perro.
Gira en torno a Ángel (Ovidi Montllor), un cazador que vive con su tiránica madre Saturna (Lola Gaos), quien bloquea la relación sexual y amorosa del hijo con su amante Milagros, hasta el punto de castrar sexualmente a su hijo y dejarlo bajo su dependencia. De ahí su nombre, Saturna, pues su personalidad emula al Dios griego Cronos, que devoraba a sus hijos tras nacer para impedir su destitución. Ejemplo del cine del último franquismo, la censura le obligó a suprimir más de 40 fragmentos del metraje, pero Borau se negó en lo que supone una exaltación de la libertad creativa por encima de todo.
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La Sabina (1979)

Borau se atrevió con el género fantástico en esta coproducción con Suecia, protagonizada por Ángela Molina y con un reparto internacional, compuesto por la maravillosa Harriet Anderson, musa de Ingmar Bergman, por Jon Finchy por Caros Kane. La narración sigue los pasos de un intelectual inglés que viaja a la sierra andaluza para investigar la desaparición d eun compatriota hace más de cien años. En esa tierra, donde se confunde la realidad con la superstición y las costumbres más atávicas, conoce a La Sabina, una mujer dragón que supone el comienzo de la pérdida del sentido de la realidad para el viajero. Como curiosidad, señalar que existe una versión rodada en lengua inglesa.

Río Abajo (1984)

Otra co-producción, en este caso con EEUU y que cuenta con reparto internacional: David Carradine o Scott Wilson comparten cartel con Victoria Abril. El relato se centra en un agente de patrulla fronterizo que pretende detener a un criminal norteamericano dedicado al contrabando ilegal a través de la frontera de EEUU y México.

Tata Mía (1986)

Tata Mía cuenta con un reparto de lujo, compuesto por Imperio ArgentinaAlfredo Landa y Marisa Paredes, encabezado por Carmen Maura como protagonista, que encarna a una joven monja que decide salir del convento y se instala con su tata en Madrid, buscando un trabajo para salir de la crisis, pero se ve incapaz de adaptarse a los cambios sociales que ha protagonizado el país desde que fue internada. Una narración que pretende mostrar el choque de dos Españas, tradición y progreso.
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Niño Nadie (1996)

Con un reparto formdo por Rafael Álvarez, Icíar Bollaín y Adriana Ozores,sigue los pasos de Evelio, un profesus sustituo de provincias crítico con la sociedad en la que vive, a la que ve demasiado materialista; entonces encuentra a un anciano, Dámaso, que considera su guía necesario y le sigue los pasos hasta Madrid.

Leo (2000)

Se trata de la última obra del realizador aragonés, por la que obtuvo el Goya a la Mejor Dirección y el Premio Especial del Jurado en el Festival de cine español de Málaga. Javier Batanero encarna a un guardia jurado de un polígono industrial del extrarradio de Madrid que se enamora de Leo, una joven que sobrevive vendiendo cartones e interpretada por Icíar Bollaín. Pero su relación se ve turbada por la explosión de todo el pasado traumático de Leo: de nuevo, el pasado que regresa por sus fueros, temática fundamental en la poética de Borau, metaforizando la existencia de un país que es incapaz de mirar, con los ojos abiertos, a su historia más reciente.
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