El búnker de la Moncloa
El Gobierno anda atribulado por la marca España que, como un valor del Ibex, cotiza en rojo cada vez más a la baja. España parece una de esas marcas históricas en decadencia, como Chrysler o Seiko, que se desacreditan perdiendo el tirón. Y las cosas pintan peor, zarandeada por todos los flancos: los mercados mantienen el acoso con la prima de riesgo sobre el listón de la desconfianza alentando la etiqueta de 'bono basura'; en el interior, Cataluña, con su parafernalia de 'FreedomforCatalonia' y su segregacionismo táctico, transmite la imagen de un país inestable sin garantía siquiera de continuidad histórica; las manifas ante el Congreso, con esas escenas de violencia que tanto seducen a los maquetadores de primeras páginas, retratan una espiral de caos; las comunidades autónomas, que ya se han ganado el labelglobal de sumideros clientelares en manos de virreyes que despilfarran con pólvora del rey, se desencajan como un puzzle en falso; el paro vuelve a crecer y la cota del 25% proyecta una sombra tercermundista; y los medios anglosajones, hasta The New York Times, se solazan en la sociología del catastrofismo humanitario sobre territorio europeo. España es de esas marcas que de repente restan valor. Ya se sabe que el prestigio se gana milésima a milésima pero se pierde a borbotones.