Un país a la deriva
Desde que tengo uso de razón fiscal he pagado mis impuestos sin dolor, con conciencia de Estado. Siempre me resultaron cínicos los argumentos que esgrimen algunos, tal vez demasiados, para evadir al fisco: “pago o cobro en B porque todo el mundo lo hace”, o “no voy a ser yo el más tonto”, o “me niego a mantener a esta panda de ladrones…”. Sin embargo no conozco a uno sólo que, además de evadir impuestos, renuncie también al uso de esos mismos servicios públicos que evitan pagar.
Soy autónomo, con dos actividades económicas (taxista y escritor), ambas por el llamado método de estimación directa. En en taxi declaro ahora un 10% (antes un 8%) de la totalidad de mis carreras, suplementos y propinas incluidas. Cumplo con las reglas del juego porque siempre he creído (o he querido creer) en el bien común. Creo en destinar mi dinero a las escuelas, los hospitales, las carreteras, el alumbrado, la recogida de basuras, los funcionarios del Estado, los centros de ancianos o las bibliotecas. Creo o al menos he creído hasta la entrada en vigor de esta brutal, desproporcionada y a todas luces injusta nueva subida del IVA.
Cabría pensar que toda subida de impuestos repercute en la mejora de lo público, lo cual, de darse el caso, aplaudiría. Sin embargo, lejos de mejorar, ha empeorado o peor: cambiado de manos. Pagaremos más para obtener menos y abonar la diferencia a los mismos que nos metieron en esta crisis. Mientras Sanidad deja sin tarjeta médica a más de 900.000 personas, Bankia acaba de recibir otros 4.500 millones de euros como premio a una pésima gestión que sigue y seguirá sin ser investigada. También pagaremos los 208.243€ que pide el presunto ladrón Dívar por su inmerecida jubilación. O todas esas megaconstrucciones inservibles promovidas por políticos aún en activo. O los intereses astronómicos de deudas contraídas a inversores millonarios fruto de la codicia y la falta de escrúpulos.
O qué decir del cambio de tramos en ciertos productos. Pasar la cultura del 8% al 21% es condenar a la idiotez a los que no tienen recursos. Y un país sin cultura para todos es un país sin futuro.
Visto esto me entristece decir que se me han quitado las ganas de pagar impuestos.
Hice lo que pude por creer, os lo aseguro.