Secuencias favoritas: Amélie y el ciego
Considero que el cine es una de esas maravillas que, cuando bien hecho, engloba todos los aspectos del arte posible: escritura, fotografía, música, poesía, actuación, etc. Y si bien el excelentemente llamado séptimo arte está plagado de escenas memorables, jamás dudo en afirmar que Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain es una de mis favoritas.
Este film del 2001 dirigido por Jean-Pierre Jeunet, quien también participó del guión, podrá parecer azucarado y meloso para unos cuantos, pero nadie podrá negar que la magia que despliega en cada fotograma, sus colores apastelados inspirados en los cuadros del artista plástico brasilero Juarez Machado, su emotiva música y su inspirador argumento le han ganado un puesto en la historia del cine. Amélie es un film que incluso hoy por hoy se estudia por sus recursos narrativos audiovisuales únicos y sus incontables referencias intertextuales.
Amelie es una muchacha francesa común y corriente, tímida y soñadora, que cierto día descubre una cajita de metal que le cambiará la vida. Por esa cajita llena de recuerdos y una misión que se propone con final exitoso, Amelie termina convirtiéndose en una especie de Hada madrina del mundo que la implicarán en las misiones más fantásticas y a la vez más terrenales.
Ese punto de partida, ese momento en que resuelve ser una especie de heroína cotidiana de la humanidad, se nos cuenta con una escena llena de magia, emotividad, humanidad y generosidad nunca antes vista en el cine. Un simple acto como es ayudar a un pobre indigente ciego a cruzar la calle y llegar a la boca del metro donde cada día pide sus monedas, ese acto tan básico, se transforma en un viaje de luz, una revelación, un símbolo de la bondad tan fuerte que difícilmente pase insensiblemente por los ojos del espectador.
La escena está tan bien desarrollada que comienza por generar gracia: Amelie mira fijo al hombre delante suyo, su mirada incluso hasta mete miedo de lo determinada que es, una voz en off nos va contando su resolución, su propia iluminación sobre ayudar a los demás, ahora,ya. Entonces toma al hombre por un brazo, le dice:-déjeme ayudarlo- y comienza un viaje narrativo sobre aquello que se les cruza en el camino. Amelie le “presta” sus ojos al ciego a través de un relato puntilloso sobre el barrio, las personas, las actitudes, el origen de los aromas. El ciego muestra en su rostro un éxtasis indescriptible, el ciego finalmente ve. La escena termina por hacernos soltar unas cuantas lágrimas. No importa las veces que vea esta escena, siempre termino llorando.
Gracias al relato de Amelie, el ciego puede volver a ver las pequeñas cosas de la vida: el color de una fruta, un niño mirando a un perro, un par de personas hablando. Cosas a las que cotidianamente no les damos importancia, las pasamos por alto y sin embargo forman parte de nuestra existencia, de nuestra forma de percibir el mundo. Sin poderes sobrenaturales, Amelie obra milagros, hace feliz.
Destacar por último que este film iba a ser protagonizado por Emily Watson quien finalmente tuvo que declinar la oferta por no saber hablar francés. Así Audrey Tautou terminó saltando al ojo público por un personaje extraordinario que cobró vida más allá del propio film y que nos ha enseñado que con creatividad y un corazón enorme el mundo podría ser totalmente diferente.
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