Rematar toda una vida
Ella hizo una breve pausa, respiró hondo, cerró los ojos, y como sacando fuerzas del aire del taxi volvió al teléfono:
- Que el tío Juan no es en realidad el tío Juan, sino mi padre. Mamá y Juan tuvieron, digamos, un desliz cuando eran jóvenes. Y papá (o el tío Tomás, ya no sé ni cómo llamarlo) nunca lo supo. El pobre murió creyendo que yo era su hijita del alma. Yo me enteré este viernes pasado, no te vayas a pensar. Me lo contó mamá. Resulta que ella y Juan siguieron llevando su amor en secreto hasta hoy, ¡qué locura! Y ahora que ha pasado un tiempo prudencial desde la muerte de papá (perdón, Tomás), están decididos a contárselo a todo el mundo y a retomar su vida como si no hubiera pasado nada. Quieren vivir juntos, recuperar el tiempo perdido y quién sabe si casarse también. Yo no sé qué pensar. Esto es de locos, como un mal sueño. Pobre Tomás. Ahora pienso mucho en él, allá donde esté. En fin… Hubiera preferido contártelo en persona, necesitaba contártelo, imagina el shock, pero ahora vas y me dices que no tienes previsto venir a Madrid hasta junio, y yo no podía esperar tanto…
Su interlocutor dijo algo, que volvería a llamar para hablar con más calma, supongo, porque ella soltó un “Vale, vale” y al instante colgó y se hizo el silencio a lo largo y ancho del habitáculo del taxi.
Yo me quedé absorto. No entendía por qué ya había dejado de llamar padre, o papá, al que siempre fue su padre. A efectos prácticos Tomás siempre había ejercido como tal, creyéndose el verdadero padre y ella, a su vez, creyéndose su verdadera hija. La nueva noticia sólo añadía un ligero aunque enorme matiz consanguíneo, genético, aunque en cierto modo casi idéntico: se daba la circunstancia de que Juan y Tomás eran hermanos. Incluso ella podría haber heredado ciertos rasgos de su falso padre, de ahí que nadie lo hubiera sospechado. Al menos Tomás jamás lo sospechó, y ella tampoco.
Pero ahora ese matiz había conseguido desmontar toda una vida: la de ella. Tomás, por su parte, murió engañado o mejor, vivió por siempre su verdad, que es lo que queda: ¿qué importa la mentira si no es desvelada? Tomás se fue a la tumba siendo el padre de su hija, ahí no hay más que hablar. Sin embargo ella ahora conoce la auténtica verdad, la que queda y quedará siempre. Se ve obligada a enfrentarse a dos realidades opuestas, incompatibles. Y tal vez tenga que photoshopear uno por uno los recuerdos de su infancia con la cara biológica de su auténtico padre o se volverá loca.