"Pensar en el fin del mundo despierta un sentimiento de ambigüedad", explica Teresa Creusa Negreiros, doctora en psicología clínica y profesora de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-RJ).
"Al mismo tiempo que tememos un fin general, también lo deseamos, porque entonces no dejaríamos la vida solos".
Si el día 21 diciembre de 2012 termina como todos los demás, esto no significará, sin embargo, el fin de las profecías sobre el fin el mundo. Será solamente una posibilidad más de recordar la célebre frase de San Agustín, en su libro La Ciudad de Dios: cualquier predicción que hable de una fecha no excede una ridícula fábula.