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Ozymandias


Conocí a un viajero de una tierra antigua,
que dijo: «Dos enormes piernas de piedra y sin tronco
se yerguen en el desierto… cerca de ellas, en la arena,
yace medio enterrado un rostro hecho trizas, cuyo ceño,
sus labios fruncidos, su gesto despectivo de frío poder,
muestran que su escultor supo leer bien esas pasiones
que aún sobreviven, acuñadas en esos objetos inanimados,
a la mano que las creó y al corazón que las alimentó;
y en el pedestal, aparecen estas palabras:
¡Mi nombre es Ozymandias, Rey de Reyes,
contempla mi obra, tú, poderoso, y desespera!
Nada sobrevive a su lado. Alrededor de los restos desmoronados
de este colosal naufragio, desnuda e ilimitada
se extiende hacia ¡a lejanía la solitaria y llana arena
El poema es de Percy Bysshe Shelley. La estatua, de Carlos Fabra.