Los test de intolerancia alimentaria y las dietas adelgazantes
Tras los excesos navideños, enero es un mes en el que solemos hacernos serios propósitos de controlar la alimentación y hacer ejercicio. Es una época en la que solemos mirar con especial atención las promesas publicitarias que prometen la pérdida de esos odiados kilos sin apenas esfuerzo.
De unos años a esta parte, se han puesto de moda los centros dietéticos donde, generalmente bajo sistema de franquicias, te realizan determinados análisis para comprobar tu intolerancia a ciertos alimentos y aconsejar una dieta personalizada con la que adelgazarás eficazmente. Ultimamente, este tema de las intolerancias alimentarias también es muy utilizado como parte de tratamientos de estética, belleza y salud en los numerosos centros que proliferan por nuestras zonas comerciales. En la mayor parte de ocasiones, estas terapias mezclan distintos conceptos de medicinas tradicionales y alternativas, aderezándolos con novedosas y modernas tecnologías.
Cabría preguntarse por los métodos utilizados para detectar estos supuestos alimentos dañinos, estas llamadas «intolerancias alimentarias». Aquí, podemos encontrar desde los clásicos análisis de sangre en cualificados laboratorios hasta máquinas maravillosas que en unos minutos son capaces de detectar tu perfil metabólico y si las zanahorias te producen esos molestos dolores de cabeza.
Pero, ¿que hay de cierto en la intolerancia alimentaria, como son de fiables estas pruebas y cual es su utilidad en el diseño de una dieta adelgazante efectiva?
La alergia y la intolerancia alimentaria
Aunque existe bastante confusión entre estos términos, podemos definir como término general la reacción adversa o hipersensibilidad a los alimentos como aquellas situaciones en la que se producen efectos desfavorables en el organismo tras ingerir ciertos alimentos ingrediente culinarios como colorantes.
Las causas son muy variadas. Una primera división de las reacciones adversas es la que está producida por toxinas (reacciones tóxicas o intoxicación alimentaria), en la que el factor desencadenante son compuestos de origen biológico que poseen una actividad tóxica en el organismo. Los más habituales son los producidos por bacterias comunes como el estafilococo o la Escherichia coli, aunque también son comunes intoxicaciones producidas por otras bacterias como Clostridium botulinum (causante del botulismo) o Salmonella(causante de la salmonelosis), virus como el VHA (que produce la Hepatitis A), hongos como Aspergillus (que produce aflatoxinas) o parásitos como el platelmintoDiphyllobothrium latum (que produce Botriocefalosis al consumir pescado crudo o mal cocinado que esté infectado). También existen toxinas que no provienen de agentes patógenos, como las toxinas de algunas setas y mariscos.
El segundo grupo de reacciones adversas no están mediadas por toxinas, y pueden diferenciarse entre reacciones inmunitarias (alergias alimentarias) y no inmunitarias (intolerancia alimentaria). En el primer caso, se produce una reacción en la que participa algún componente del sistema inmune; las más graves son las denominadas alergias alimentarias en sentido estricto, mediadas por la Inmunoglobulina E (IgE), implicada también en otros procesos alérgicos. Otras reacciones implican mecanismos inmunitarios distintos, como las Inmunoglobulinas A y G (IgA e IgG), generalmente con una manifestación que puede retrasarse horas o incluso días tras la ingesta. Estas últimas reacciones alérgicas retrasadas se engloban frecuentemente dentro del término «intolerancias alimentarias» para separarlas de las alergias propiamente dichas de manifestación inmediata.
Por último, el grupo de reacciones no inmunitarias o intolerancia a los alimentos en sentido estricto, agrupa todas las reacciones adversas que no implican al sistema inmunitario. Fundamentalente se producen por déficits enzimáticos (como la intolerancia a la lactosa, producida por la carencia total o parcial de la enzima lactasa), reacciones por mecanismos farmacológicos (cuando un alimento desencadena una reacción farmacológica, como ocurre con una ingesta excesiva de cafeina), así como por toda una serie de mecanismos que no son conocidos y que producen reacciones con mayor o menor intensidad.
La intolerancia alimentaria, la salud y los gordos
Como resulta evidente, las reacciones adversas a los alimentos pueden provocar muy variados problemas orgánicos. Desde una pequeña jaqueca originada por una leve intolerancia a determinado alimento, hasta la muerte por intoxicación fúngica, pasando por complejas enfermedades metabólicas como la enfermedad celiaca.
Ahora bien, ¿tiene todo esto algo que ver con la obesidad y el diseño de dietas adelgazantes? La verdad es que bien poco. Si bien es cierto que algunas intolerancias pueden tener como síntoma una ganancia de peso, la obesidad es un fenómeno complejo, que implica factores no sólo dietéticos, sino también genéticos y sociales, donde no existe una fórmula mágica consistente en encontrar el alimento exacto que nos “engorda”. Se de la concurrencia de causas que sea, la obesidad se produce por un desequilibrio entre la ingesta de calorías y el consumo de energía que realiza el organismo. Cualquier método para adelgazar debe tomar en cuenta estos factores, bien rebajando la ingesta calórica, bien aumentando el ejercicio físico o, normalmente, interviniendo en ambos casos.
Pretender que se pueden perder 10 kilogramos de peso corporal eliminando los alimentos que nos provocan reacciones adversas no tiene ninguna base científica o experimental consistente.
Los test de intolerancia alimentaria y las dietas milagro
Si el papel de la intolerancia alimentaria en la obesidad es altamente discutible, los test para la detección de estos factores y su aplicación en el diseño de dietas adelgazantes son rechazadas por la comunidad médica de forma casi unánime. La utilidad de muchos de estos test para otros fines diagnósticos es también discutible, por lo que resulta imprescindible que un análisis de este tipo se realice bajo el estricto control de personal sanitario cualificado.
Los test de intolerancia alimentaria más comunes que ofrecen los centros dietéticos y estéticos implican un análisis sanguíneo, en el que se mide el anticuerpo IgG4 y su reacción con una batería de alimentos y condimentos culinarios diferentes. Tales test, que tuvieron mucho éxito en los años ochenta del pasado siglo, se basan en que estos anticuerpos inducen la liberación de histamina, involucrada en el rechazo inmune. Sin embargo, esto no está demostrado científicamente de forma clara (Toorenenbergen AW, Aalberse, 1982; García et al. 1993; Shakib & Smith, 1994; Stapel et al. 2008). Así pues, la medición mediante los test de intolerancia basados en IgG4 no son lo suficientemente fiables, por lo que se hacen necesarias otras pruebas para confirmar la causa de las reacciones adversas.
Algunos especialistas directamente descalifican la utilización de estas pruebas para tratamientos dietéticos dirigidos a alergias, intolerancias alimentarias y obesidad, al “no contar con el aval de la comunidad científica” y señalando que “las organizaciones sanitarias que realizan el estudio clínico de las alergias alimentarias, con la Organización Mundial de Alergia a la cabeza, coinciden en advertir a la población de que estas pruebas son ineficaces y desaconsejan su uso para hacer frente a las alergias e intolerancias alimentarias, así como a otras enfermedades para cuyo tratamiento también se postulan, como la obesidad, las migrañas o el colon irritable” (Zugasti Murillo, 2009).
Resulta especialmente interesante el Documento de Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN) sobre los tests de sensibilidad alimentaria (Garcia-Alcoy et al. 2010), que dice textualmente:
– Los tests de sensibilidad alimentaria son técnicas diagnósticas no validadas científicamente. Estas pruebas no gozan de justifi cación científi ca y en los estudios no han demostrado ser fiables ni reproducibles.Más recientemente han aparecido otros test que se basan en fenómenos de citotoxicidad (reacción adversa de células sanguíneas frente a determinados alimentos), que si bien segun algunos especialistas pueden ayudar a detectar sensibilidades alimenticias, son inútiles en la planificación de dietas adelgazantes, cuando no ponen en duda su eficacia para cualquier otro diagnóstico. Según Francesc Prats, director científico del Centro Inmunológico de Cataluña (CIC) «El test no es para todo el mundo y si hay quien lo anuncia para adelgazar hay que aclarar que este punto es rotundamente falso» (Rodríguez, 2003). El problema es el mismo que en el caso de las reacciones inmunológicas: que un alimento sea citotóxico no significa que su eliminación haga adelgazar.
– Cada vez más, los tests de sensibilidad alimentaria se están promoviendo para el diagnóstico y el tratamiento de procesos en los que no se ha demostrado la participación del sistema inmunitario (alergias).
– Las sociedades clínicas de referencia en alergología e inmunología clínica no apoyan la utilización de este tipo de pruebas en cualquiera de las condiciones para las que dicen tener un valor diagnóstico eficaz.
– No se considera en absoluto un método para adelgazar, y no debería utilizarse con ese fi n, puesto que la pérdida de peso no depende únicamente de la restricción de alimentos basada en factores concretos, sino que responde a una conducta general determinada por la alimentación, el ejercicio físico y un estilo de vida saludable.
– Esta técnica puede dar lugar a resultados o asesoramientos engañosos y confusos, así como a la instauración de tratamientos ineficaces y, en determinadas ocasiones, potencialmente perjudiciales.
– Estos métodos pueden retrasar el diagnóstico y el tratamiento adecuado tanto en la alergia o la intolerancia alimentaria como en la obesidad.
– Los tests de sensibilidad alimentaria son costosos y, teniendo en cuenta su falta de efectividad y fi abilidad, suponen un desperdicio económico importante que el paciente podría invertir en tratamientos adecuados.
Como conclusión, considerando lo expuesto anteriormente, el GREP-AEDN desaconseja el uso de los tests de sensibilidad alimentaria como herramienta de diagnóstico para desarrollar planes dietéticos enfocados al tratamiento de cualquier enfermedad, como la obesidad, la alergia o la intolerancia alimentaria, o la retención de líquidos. Tras esta revisión, se hace evidente que dichos tests no tienen base científica que los sustente (una prueba supuestamente diagnóstica debería ser reproducible) ni el aval de las sociedades científicas de alergología e inmunología de referencia. El GREP-AEDN señala, además, que someterse a ellos conduce a un gasto económico innecesario y una pérdida de tiempo y puede poner en riesgo la salud física (por la posible restricción de alimentos básicos o por la demora en el diagnóstico de una enfermedad o en la instauración del
tratamiento curativo/paliativo) y/o psíquica (por la ansiedad y el aislamiento que puede conllevar la restricción de ciertos alimentos) del individuo. Por todo ello, los especialistas en dietética y nutrición deben
estar al corriente sobre la existencia, la inefi cacia, los riesgos y el uso de estas pruebas diagnósticas no validadas científicamente para poder informar y prevenir a sus pacientes en caso necesario.
Y si ya mezclamos al acupuntura y la bioenergía…
Rizando aún más el rizo, de unos años a esta parte algunos centros dietéticos anuncian un nuevo sistema para detectar incompatibilidades alimenticias que no precisa de extracción de sangre. Este nuevo método está basado, según sus promotores, en la «regulación bio-energética» y la técnica de acupuntura. El aparatito de marras, en unos minutos, es capaz de medir parámetros fisicoquímicos a través de la piel, siempre que se sitúe en la raíz de la uña del dedo índice, supuestamente relacionada con el meridiano del intestino grueso. ¿Cómo lo hace? pues parece ser que emite 193 impulsos eléctricos con la frecuencia correspondiente a cada alimento, obteniendo el valor de intolerancia al medir la bioenergía absorbida de cada impulso.
La primera duda proviene de que, si no tenemos claro como influye la IgG4 en la liberación de histamina, sabiendo la estructura molecular de ambas, y con miles de investigaciones realizadas, ¿cómo nos vamos a creer que existe una regulación bio-energética relacionada con la intolerancia alimentaria, que nadie conoce y sobre la que no hay un solo artículo científico en una revista indexada?. Igualmente difícil de creer resulta el punto del dedo índice y su meridiano del intestino grueso, algo que proviene de la medicina china tradicional y que no puede ser detectado porque, o bien no existen (ni el punto ni el meridiano), o bien son invisibles.
Por último, no nos cansaremos de repetir que un organismo o un alimento no tiene una frecuencia característica, y aún menos eléctrica. La bioelectricidad o, mejor dicho, el potencial de membrana que presentan las células, no posee la especificidad necesaria como para poder distinguir un tomate de una lechuga. Además, decir que el proceso mediante el cual un impulso eléctrico generado en el dedo índice puede medir la «absorción bioenergética» de una célula intestinal, es algo que no está comprobado científicamente, sería una definición excesivamente amable.
Para colmo de males, y en contra de todas las opiniones profesionales, se asegura que el manejo del aparatito no precisa ser un experto en bioenergías (en medicina, fisiología o nutrición, ya ni te cuento).
Resumiendo: lamentablemente para los que, como el que les escribe, son víctimas del sobrepeso (políticamente correcto que es uno), hoy por hoy no existe ni la dieta milagro ni el adelgazaiento fácil. Seguiremos teniendo que quemar los excesos de las navidades a golpe de una alimentación hipocalórica y un poco de bicicleta…
Referencias
Garcia-Aloy, M., Maria Teresa Comas, Julio Basulto, Maria Manera, Eduard Baladia y Núria Ibarrola. 2010. Los tests de sensibilidad alimentaria no son una herramienta útil para el diagnóstico o el tratamiento de la obesidad u otras enfermedades: Declaración de Postura del Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN). Actividad Dietética;14(1):27-31 31
García BE, Sanz ML, Gato JJ, Fernández J, Oehling A. 1993. IgG4 blocking effect on the release of antigen-specific histamine. J Investig Allergol Clin Immunol. Jan-Feb;3(1):26-33.
Rodríguez, A. 2003. Las trampas del test de la dieta. El Mundo, suplemento Salud. nº548 (22 de noviembre de 2003)
Shakib, F. & S. J. Smith. 1994. In vitro basophil histamine-releasing activity of circulating IgG1 and IgG4 autoanti-IgE antibodies from asthma patients and the demonstration that anti-IgE modulates allergen-induced basophil activation. Clinical & Experimental Allergy. 24(3):270-275
Stapel, S.O, R. Asero, B. K. Ballmer-Weber, E. F. Knol, S. Strobel, S. Vieths & J. Kleine-Tebbe. 2008. Testing for IgG4 against foods is not recommended as a diagnostic tool: EAACI Task Force Report. Allergy. 63(7):793-796.
Toorenenbergen AW, Aalberse RC. 1982. IgG4 and Release of Histamine from Human Peripheral Blood Leukocytes. International Archives of Allergy and Immunology 67:2.
Zugasti Murillo A. 2009. Intolerancia alimentaria. Endocrinol Nutr; 56(5):241-50