La deuda del Estado se ha duplicado en sólo cuatro años por la crisis económica
La interminable crisis económica en la que se encuentra sumido el país desde hace cuatro años y las equivocaciones políticas en las estrategias de reactivación han generado un enorme agujero fiscal que ha disparado la deuda del Estado. En sólo cuatro años, el endeudamiento estatal casi se ha duplicado y se encuentra ya a las puertas de los 600.000 millones de euros. Un monstruo al que hay que alimentar cada año: el Tesoro deberá hacer frente al vencimiento de títulos por 130.000 millones de euros este año. Un escenario que se agrava con la presión a la que se encuentra sometida España en los circuitos internacionales.
La deuda del Estado cerró en 2007 un círculo virtuoso, tras varios años de superávit de las cuentas públicas, con más ingresos que gastos. En ese 2007 en que estalló la crisis de las hipotecas basura (las subprime) en Estados Unidos y Europa y que vio el comienzo del pinchazo de la burbuja inmobiliaria en España, la deuda del Estado alcanzaba los 307.000 millones de euros.
Cuatro años de sangría de fondos, por el crecimiento vertical del desempleo hasta los cinco millones, y de errores de estrategia en el relanzamiento de la economía (como la desgravación de los 400 euros o el Plan E) han conducido la deuda del Estado a las puertas de los 600.000 millones de euros. La cifra no incluye ni las obligaciones financieras de las comunidades autónomas ni la de los ayuntamientos.
La deuda del Estado superó los 590.000 millones de euros al cierre de 2011. La subida meteórica de los títulos del Estado en más de 280.000 millones en cuatro años es lo que ha despertado el instinto de los inversores para apostar contra la deuda española y condujo a la Unión Europea a exigir un permanente plan de ajuste a España, así como reformas estructurales. Algunos piensan que lo único que ha salvado a España del rescate ha sido el hecho de que Italia se situara en la primera línea de defensa del euro a finales del año pasado.
La deuda supone un doble problema para España. Además de la rapidez con la que se ha ampliado este desequilibrio, se encuentran los intereses que devengan estos compromisos. En el año 2007, el capítulo de los intereses de la deuda supuso un coste para el Estado ligeramente inferior a los 16.000 millones de euros. Cuatro años después, España pagaba 27.000 millones de euros por el dinero que le habían prestado los inversores para financiar el déficit histórico del país. Ese vivir por encima de las posibilidades de España, presupuestos deficitarios durante los últimos 30 años, supone nada más y nada menos que arrastrar un déficit cada año cercano al 3% del PIB sólo en el capítulo de intereses de deuda.
Para hablar claro, representa un dispendio anual en intereses cercano a los 4,5 billones de las antiguas pesetas. Un dinero con el que podría construirse cada año un tren de alta velocidad como el que lleva a Galicia y aún sobraría dinero. Con esos fondos también podrían construirse unos 1.300 colegios al año. O se resolvería de un plumazo el problema del déficit de este año, que ha conducido al denominado impuestazo de Rajoy.
El mayor incremento reciente de la deuda se produjo en el año 2009, con un aumento de 117.000 millones de euros. Fue el año en que Elena Salgado relevó a Pedro Solbes en la máxima responsabilidad económica (la ortodoxia de este le hacía rechazar cualquier experimento keynesiano de alza del gasto público para contrarrestar la crisis). Resulta curioso que al año siguiente fue cuando la Unión Europea (Alemania) comenzó a escribir el guión de la economía española, en una situación sin precedentes.
La deuda del Estado cerró en 2007 un círculo virtuoso, tras varios años de superávit de las cuentas públicas, con más ingresos que gastos. En ese 2007 en que estalló la crisis de las hipotecas basura (las subprime) en Estados Unidos y Europa y que vio el comienzo del pinchazo de la burbuja inmobiliaria en España, la deuda del Estado alcanzaba los 307.000 millones de euros.
Cuatro años de sangría de fondos, por el crecimiento vertical del desempleo hasta los cinco millones, y de errores de estrategia en el relanzamiento de la economía (como la desgravación de los 400 euros o el Plan E) han conducido la deuda del Estado a las puertas de los 600.000 millones de euros. La cifra no incluye ni las obligaciones financieras de las comunidades autónomas ni la de los ayuntamientos.
La deuda del Estado superó los 590.000 millones de euros al cierre de 2011. La subida meteórica de los títulos del Estado en más de 280.000 millones en cuatro años es lo que ha despertado el instinto de los inversores para apostar contra la deuda española y condujo a la Unión Europea a exigir un permanente plan de ajuste a España, así como reformas estructurales. Algunos piensan que lo único que ha salvado a España del rescate ha sido el hecho de que Italia se situara en la primera línea de defensa del euro a finales del año pasado.
La deuda supone un doble problema para España. Además de la rapidez con la que se ha ampliado este desequilibrio, se encuentran los intereses que devengan estos compromisos. En el año 2007, el capítulo de los intereses de la deuda supuso un coste para el Estado ligeramente inferior a los 16.000 millones de euros. Cuatro años después, España pagaba 27.000 millones de euros por el dinero que le habían prestado los inversores para financiar el déficit histórico del país. Ese vivir por encima de las posibilidades de España, presupuestos deficitarios durante los últimos 30 años, supone nada más y nada menos que arrastrar un déficit cada año cercano al 3% del PIB sólo en el capítulo de intereses de deuda.
Para hablar claro, representa un dispendio anual en intereses cercano a los 4,5 billones de las antiguas pesetas. Un dinero con el que podría construirse cada año un tren de alta velocidad como el que lleva a Galicia y aún sobraría dinero. Con esos fondos también podrían construirse unos 1.300 colegios al año. O se resolvería de un plumazo el problema del déficit de este año, que ha conducido al denominado impuestazo de Rajoy.
El mayor incremento reciente de la deuda se produjo en el año 2009, con un aumento de 117.000 millones de euros. Fue el año en que Elena Salgado relevó a Pedro Solbes en la máxima responsabilidad económica (la ortodoxia de este le hacía rechazar cualquier experimento keynesiano de alza del gasto público para contrarrestar la crisis). Resulta curioso que al año siguiente fue cuando la Unión Europea (Alemania) comenzó a escribir el guión de la economía española, en una situación sin precedentes.