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¿Explica la ciencia la razón última de las cosas?

isaac newton leyes ¿Explica la ciencia la razón última de las cosas?
La finalidad de la ciencia es comprender el mundo. ¿Y qué es comprender? Comprender, según Jorge Wagensberg, es “lograr la mínima expresión de lo máximo compartido”, es decir, con las mínimas leyes posibles, explicar el máximo de fenómenos, observar lo común de lo diferente. Así pues, existen objetos en el mundo inerte, en el mundo vivo y el mundo culto (el mundo de la cultura humana) que, aunque parecen muy diferentes, tienen en común su forma. Por ejemplo, cosas tan distintas como un planeta, un huevo de pez, la punta de un bolígrafo y una gota de agua tienen en común que son esféricas y, por tanto, si entendemos las leyes de una esfera podremos entender cómo funcionan y qué tienen en común.
Pero una cosa en comprender y otra explicar. En muchas ocasiones los profesores, libros de texto y divulgativos, solemos decir que Kepler explicó cómo se movían los planteas y que Newton explicó por qué se mueven. Pero, ¿es esto cierto? ¿Se puede explicar lo más fundamental?
L.W.H. Hull dice en su libro Historia y Filosofía de la Ciencia:
Se dice a menudo que Newton explicó el movimiento planetario. Eso es verdad sólo si “explicar” se usa en un limitado sentido científico. Lo que realmente hizo Newton fue dejarnos con una sola cuestión enigmática a un problema en el que antes de él había dos cuestiones tales. Newton no descubrió por qué cae una piedra, ni por qué los planetas obedecen a las leyes de KeplerMostró que la caída de la piedra y el movimiento elíptico de los planetas son fenómenos del mismo tipo. Cálculos e inferencias a partir de un mismo conjunto de hipótesis- las leyes del movimiento y de la gravitación universal- pueden predecir ambos fenómenos con la misma precisión. Si pues un día llegamos a saber por qué cae la piedra, sabremos al mismo tiempo por qué se mueven los planetas como lo hacen. El comportamiento de los planetas y la caída de una piedra son manifestaciones de un mismo hecho natural, la tendencia constante, llamada gravitación, que tiene cualquier par de partículas materiales a aproximarse la una a la otra con una aceleración determinada por sus masas y su distancia. Newton no indicó ninguna razón explicativa a la existencia de esa tendencia. Admitió su ignorancia del mecanismo que al produce, si es que ese mecanismo existe. Se limitó a definirlo como un hecho, ejemplificado con la misma dignidad por la piedra que cae y por la órbita planetaria.
La explicación científica es siempre de este tipo. Revela la conexión entre fenómenos sorprendentes para el hombre, o incluso terroríficos, con otros que, por ser familiares, no producen sorpresa o temor. Consiste en ver uniformidades, regularidades, donde antes parecía existir cosas únicas e incomprensibles. Puede mostrar que el acontecimientos aparentemente diversos son en realidad de la misma clase. Puede armarnos para prever o dominar fenómenos de un tipo en virtud de su semejanza con otros de tipo más familiar. Pero nunca pretende darnos una razón última de nada.
Decimos que el arco iris quedó “explicado” cuando entendimos que su naturaleza es la del espectro luminoso que podemos conseguir con un prisma. Por eso no creemos ya que su naturaleza sea la de un símbolo sobrenatural de una promesa divina, ya que sabemos que una frecuente combinación de condiciones meteorológicas basta para producirlo invariablemente. Decimos que Franklin “explicó” el relámpago al compararlo con la descarga eléctrica de una botella de Leyden. Por eso no creemos ya que sea la flecha de Zeus ni en martillo del dios Thor de la mitología germánica. Decimos que el movimiento de Marte está “explicado” porque se ha mostrado que es del mismo tipo que el de una piedra que cae. Por eso no creemos ya que el cielo sea una sucesión de esferas cristalinas movida por el Prime Motor. Pero, aunque tenemos así cierto conocimiento superficial de la luz, la electricidad y la gravitación, suficiente para prever o dominar los acontecimientos que dependen de ellas, seguimos con una ignorancia casi total acerca de la naturaleza básica de esos fenómenos. Las explicaciones de fenómenos naturales dados en términos de luz, electricidad o gravitación no hacen más que situar nuestras dificultades un paso más allá: explican “milagros” en términos de nuevos enigmas, aunque estemos a veces tan acostumbrados a estos que no nos demos cuenta de que lo son.
Así pues, relacionando unos fenómenos con otros, la ciencia puede conseguir que nuestras descripciones del mundo vayan siendo cada vez más coherentes y concisas. Puede además ayudarnos a dominar acontecimientos, mostrándonos cómo algunos de ellos dependen de otros. Pero no puede explicar nada en un sentido profundo. Todo lo que ofrece en materia de explicación es el indicio de que lo insólito no es más que otro aspecto de lo acostumbrado y familiar. Podemos entonces imaginar que estamos entendiendo lo insólito en virtud de su conexión con lo acostumbrado. Pero la ilusión se desvanece en cuanto examinamos críticamente los fundamentos de nuestra supuesta comprensión de lo familiar.
Einstein modificó la teoría de la gravitación de Newton diciendo que lo que realmente ocurre es que la masa distorsiona el espacio-tiempo produciendo que los cuerpos celestes se muevan como lo hacen llegando a una mayor comprensión del Universo. Pero ¿cuál es la razón última de que la masa distorsione el espacio-tiempo? Por cada avance científico llegamos a una nueva pregunta fundamental. La ciencia no explica el porqué último de los fenómenos pero ¿qué disciplina lo hace?