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El cerebro y la “zona de empatía”

Científicos de las universidades de Duke y Princeton confirmaron qué áreas del cerebro controlan las emociones de empatía y bajo qué circunstancias estas áreas se activan o no. La falta de actividad en estas secciones del cerebro al interactuar con ciertos grupos o personas parece ser responsible de los sentimientos de deshumanización hacia éstos.
El cerebro humano es un complicadísimo órgano que controla nuestro organismo, nuestro raciocinio y nuestras emociones. Ante el avance de la neurobiología y el análisis de imágenes cerebrales mediante la resonancia magnética, los científicos pueden ver ahora qué áreas del cerebro se activan cuando una persona procesa diferentes estímulos.
El hecho de que ciertas áreas del cerebro controlen los órganos internos, el movimientos de nuestros brazos, la sensación de hambre, la visión o la audición no debería ser sorpresa. Lo que resulta sorprendente es que todas y cada una de nuestras emociones, desde el amor y el miedo hasta la melancolía y la conciencia, también se controlan desde ciertas áreas específicas del cerebro. Aun más, la tendencia humana de confiar en personas de un grupo afín y desconfiar en personas de un grupo diferente están profundamente reguladas por el cerebro emocional.
Para ampliar nuestro conocimiento sobre cómo el cerebro controla o suprime nuestras emociones, las científicos Lasana Harris de la Universidad de Duke y Susan Fiske de la Universidad de Princeton recientemente concluyeron un interesante experimento. La meta del mismo fue descubrir un enlace entre los sentimientos de repulsión hacia ciertos grupos o personas y la actividad en la zona del cerebro que regula la empatía, o sea, la identificación mental y afectiva de una persona con los sentimientos y el estado de ánimo de otra persona.
Para el experimento más de 100 participantes vieron unas fotos de personas que producían en los participantes sentimientos de orgullo, envidia, pena o repulsión. Luego de que les decían a los participantes que pensaran cómo sería una día en la vida de las personas en las fotos, entonces completaron un cuestionario donde evaluaban cada foto usando características emocionales, tales como competencia, calor humano, similitud, responsabilidad, inteligencia, calidad emotiva y autoestima. Finalmente, el cerebro de los participantes fue analizado con una máquina de resonancia magnética para ver qué áreas del cerebro, sobre todo la “zona de empatía”, se activaban al ver todas las fotos otra vez.
Las científicos descubrieron que la “zona de empatía” no se activó cuando los participantes vieron fotos de personas que les crearon sentimientos de repulsión, como adictos a drogas, vagabundos, personas sin hogar, inmigrantes y personas pobres. Como consecuencia, los participantes no sentían el mismo tipo de afinidad hacia éstos, los veían como “menos humanos”, y no podían identificarse con sus posibles experiencias. Este sentimiento de deshumanización y desapego, cuando se presenta en extremo, es característico de una personalidad psicópata; en menor grado podría provocar actos de discriminación y violencia.
Contradictoriamente, estudios anteriores habían notado que la “zona de empatía” puede activarse al interactuar con animales u objectos. Este es el caso de las personas que humanizan a sus mascotas, es decir, ven a sus mascotas de igual a igual, como “personas”. Los automóviles son uno de los objetos que, según las investigaciones, activan la “zona de empatía” y hacen que los dueños de los carros los vean con un cariño y apego especial que muchos no entenderíamos.
El hecho de que el cerebro nos hace difícil que sintamos empatía por personas que no pertenecen a nuestros múltiples grupos socioculturales y que nos causan repulsión podría explicar cómo personas comunes y corrientes son influenciadas a deshumanizar a aquellos que no comparten su género, etnia, raza, nacionalidad, domicilio, ni sus creencias religiosas, políticas, sociales, culturales, etc.
Aunque este estudio se hizo con participantes norteamericanos, se aplica de igual manera a otras culturas, ya que millones de años de evolución biológica han hecho que los cerebros humanos sean bastante similares.  La realidad es que casi todos estamos emocionalmente predispuestos, en mayor o menor grado, a exhibir falta de empatía por otros. ¡Cuántas veces hemos disfrazado nuestra falta de empatía al disfrutar chistes de extranjeros, de mujeres bobas, de retrasados mentales, de ilegales y de homosexuales! Ah, pero si alguien hace un chiste de un grupo al que pertenecemos nos ofende…
A lo largo de la historia, la propaganda y la intolerancia han justificado atrocidades, barbaries, brutalidades, torturas y genocidios. Entender cómo el cerebro procesa nuestras emociones e inhibe nuestra empatía podría resultar en una detección temprana de problemas sociopáticos y en mejores tratamientos psicológicos y psiquiátricos. A nivel personal, nos podría ayudar a tomar decisiones racionales, no emocionales, que nos acerquen a nuestro prójimo, sobre todo a los desventajados.
Para más información, visítanos: www.cienciapr.org.
Artículo original: Harris, L., and Fiske, S. T. (2011). Dehumanized perception: A psychological means to facilitate atrocities, torture, and genocide? Zeitschrift für Psychologie/Journal of Psychology, Vol 219(3), 2011, 175-181.