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CD Mirandés: la magia de la Copa del Rey

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Hacía años, concretamente siete, que la Copa del Rey no ‘ejercía’ de torneo del K.O. Sí que ha habido fracasos sonoros en rondas previas a lo largo de las últimas temporadas, pero esa magia que evoca ver como un conjunto de la Segunda División B elimina a uno de la máxima categoría y alcanza los cuartos de final no se vivía en esta competición desde que laUDA Gramenet, en 2005, asomó la cabeza entre los ocho mejores dejando en la cuneta a rivales de la entidad de FC Barcelona.
Aquel año, la Grama acabó apeada en manos del Real Betis, pero la ilusión que despertó la Copa en la ciudad no tuvo límites. Calcando ese sentimiento se encuentra ahora el Club Deportivo Mirandés, líder del Grupo II de la Segunda B que tuvo el honor de ser hasta el pasado 18 de diciembre, cuando cayó ante el Alavés, el único equipo del país en no conocer la derrota. Recuperados de aquel tropiezo que no frena sus aspiraciones de ascender a la categoría de plata, el torneo del K.O. sigue dando alegrías incatalogables.
Acompañados por un buen puñado de incondicionales procedentes de Miranda del Ebro, el equipo que entrena Carlos Pouso, un tipo sencillo que está haciendo maravillas en el conjunto burgalés, logró la machada ante el Racing de Santander. Hace unos meses ya trató de lograr el ascenso tras quedar segundo en la liga regular, y este ejercicio sigue el mismo camino. Amante del fútbol de toque, con un carácter que ha encandilado al club, el técnico vizcaíno sabía de la dificultad del envite, a pesar del 2-0 de la ida.
Ni a él ni a sus pupilos les entró el pánico cuando Munitis, superada la media hora, marcaba el primero para los locales. Los cántabros, que atraviesan un momento delicado en el campeonato doméstico, se toparon con un Mirandés muy serio en todos los sentidos, confiados pese a la desventaja. No encontraron el gol de ninguna de las maneras y a ello, se le sumó la expulsión de Bernardo a los 56’, que acabó de matar las aspiraciones de los santanderinos.
El Racing, que había salido con su once de gala, se echó para atrás y quitó un delantero. Insuficiente. Antes y después el Mirandés fue mejor. Como su hinchada, la autora de empujar hacia el éxito a sus futbolistas. Uno de ellos, Pablo Infante, se ganó la etiqueta de héroe. Fue el mejor en el Municipal de Anduva y anoche no se achicó en El Sardinero. El empleado de banca de día se puso el esmoquin de futbolista de la noche para provocar un penalti, marcarlo, y llevar a la locura al millar y medio de mirandeses que le idolatran y que no quisieron faltar a la cita.
Con Infante en plan estelar, pero con el trabajo de todo un grupo de futbolistas y un técnico que no tardó en catalogar la clasificación como una hazaña que «igual no volvemos a vivir en la vida», el Mirandés ya mira, sin nada que perder y mucho que ganar, quién puede ser su rival en cuartos: Espanyol o Córdoba. Y quién sabe, quizá este viaje mágico de la Copa no lo hace solo, porque el Albacete sueña, a estas horas, con emularlo.